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¿Como se sale de aquí? – Una historia objetiva de la obstetricia moderna

Por Patricia Fernandez Lorenzo
Reseña de la obra  ¿CÓMO SE SALE DE AQUÍ? Una historia del parto. Randi Hutter Epstein, 2010
Ilusionada, tras un tiempo rastreando el libro, me sumerjo en él este mes de agosto a la vuelta de mis vacaciones familiares. Veo que la autora es doctora en medicina, periodista y escritora, una combinación perfecta para desarrollar un texto cultural del parto. Lo centra en su país, EEUU, con breves alusiones a su vecina Europa.
palfynEl libro resulta un dramático recorrido cronológico por algunos hitos de la asistencia al parto. Arranca, en palabras de Wendy Arons, con el camino que derivo en la “usurpación del terreno de las parteras por parte de profesionales médicos masculinos”. Los varones Chamberlein y sus cucharones de cocina obstétricos (el secreto mejor guardado del S.XVI) supusieron una lucha de poder que concluyó con la expulsión de las parteras del negocio. Los hombres se apoyaron en su amplio instrumental e hicieron del parto un procedimiento médico frente al viaje espiritual que fue en su momento, al calor de las mujeres.
El drama de la mujer en su soledad y en su desprestigio se visibiliza en la persona de las parteras, muchas acusadas de witchburning1brujería. También las madres, que debían ocultarse al varón en su experiencia de parto, pasaron a la soledad de parir bajo las sábanas. Muchas madres eran repudiadas de la sociedad cuando los desgarros vaginales las destrozaban en sus vísceras y órganos internos. Por su parte las esclavas “servían” utilizadas como animales de experimentación sobre los que, sin anestesia, practicar una y otra vez la técnica de sutura que devolvería a las demás mujeres, supuestamente libres, a sus encorsetados compromisos sociales en la sociedad de la preguerra civil americana.
forcepsSin duda el libro habla de varones, médicos encumbrados por sus hallazgos (Chamberlein, Sims….) henchidos con sus instrumentales y con sus técnicas. Bajo la superficie se intuyen a todas las mujeres que sirvieron y a las que se quería, quiero suponer, servir. A todas ellas, sin nombres propios y sin voz quiero visibilizar en esta reseña.
pg9893_wide-f8d7689d669d43b15654a1db5dc426c4caa4044a-s900-c85Cuando la mortalidad materna dormía bajo las camas de las madres que padecían de las epidemias de fiebre puerperal, los hombres que las asistían desoían e internaban a Semelweiss por loco. Él se atrevió a señalarlos como causantes de estas muertes y pretendía un simple lavado de manos como medida preventiva. Las mujeres seguían muriendo ante la ceguera de aquellos que, inmersos en su soberbia, no se sentían potencialmente responsables de causar algún daño en su papel de benefactores dotados de instrumental y de poder y siempre a pesar de la evidencia.
Luego las mujeres abandonaron sus casas, para facilitar la labor a los médicos, y en las inmensas maternidades, a las que accedieron primero las pobres, seguían muriendo de las mismas fiebres alejadas de cualquier observador familiar y cercano.
El siglo XX trajo la primera ola feminista en américa. Las mujeres se muestran en su libertad de elección, en su reivindicación cotidiana por ser respetadas y libres. Y eligen enterrar fuera de sus recuerdos el trance del parto. Charlotte Carmody y muchas más exigen a sus obstetras el cocktail de drogas que las hará olvidar el viaje de sus bebés a través de sus cuerpos. Éter, opio, cocaína, quinina, óxido nitroso y ergotamina se sucedían para lograr no la analgesia o la anestesia sino la amnesia para lo vivido. Ellas elegían y pedían perder el control de sus partos. Ellas eligieron, supongo que desde el miedo a sentir y con la idea de que la falta de recuerdos equivale a la ausencia de la experiencia. El drama está una vez más, en cómo se acompañó a la mujer amnésica en su parto. Se supo de mujeres atadas de pies y brazos y vendadas mientras se retorcían del dolor del que no serán conscientes luego pero al que estuvieron expuestas ellas y sus bebés bradipneicos. Muchos obstetras apoyaron esta práctica para las mujeres de clase media y alta, alegando lo impensable del parto natural para la mujer moderna, considerada enfermiza y débil en su psique. Entre quienes cuestionaron el llamado sueño crepuscular se acusaba también a la mujer embarazada considerándola incapaz de decidir y elegir lo que le conviene por su supuesto desequilibrio nervioso.
Las mujeres en su legítima lucha por la libertad de decidir y elegir cómo vivir, dejaron en manos de los obstetras el control absoluto de sus partos. Paradojas de la vida.
Entre las opciones elegidas por las mujeres se describe también la del parto no acompañado. Llevadas por la confianza en sus cuerpos así como por la desconfianza en los profesionales a los que no deseaban ver enturbiando su momento íntimo. Otras siguiendo el método de Bing, optan por prepararse para el parto con la idea de ser parte activa en el mismo aunque optando por ser apoyadas por profesionales.
También hay cabida para el antiguo debate mente-cuerpo. En este caso en relación a la fertilidad de la mujer y más tarde enfocado a la preparación al parto. La terapia conversacional, de corte psicoanalítico, frente a los tratamientos hormonales, es presentada como una opción para las mujeres en su autoconocimiento y en la toma de conciencia de miedos y bloqueos emocionales. También aquí encontramos voces inquisidoras de algunos culpando a la mujer de su infertilidad aludiendo a la tan manida y hueca locura.
El libro es para mí un repaso a la historia que no es otra cosa que una invitación para observarnos en el presente. No he dejado de sentir actuales y vigentes algunos de los párrafos en que de un modo u otro se culpa a la mujer con dedo acusatorio. Por no saber elegir lo que le conviene en el embarazo y parto, por no estar preparadas para soportar un parto, o por no querer soportarlo. El contexto de la asistencia al parto sigue siendo, muchas veces, un espacio lleno de visitantes y observadores y las mujeres seguimos pidiendo disculpas por no comportarnos adecuadamente.
Antes de que hayamos encontrado la manera de acompañar a la mujer en su transición a la maternidad, empoderándola y dándole permiso y lugar para ser, para pedir, para dudar, para sentir….antes de que superemos la violencia que se ha convertido en costumbre y rutina contra la mujer y por extensión sus hijos, nos encontramos con el futuro de la tecnificación y el aparente control sobre nuestra reproducción. Pero para esta inquietante parte de la historia apenas tenemos resultados incipientes. Bebés que al nacer ya cuentan a sus espaldas con un importante bagaje tanto por el alto costo de haberlos deseado y soñado, como por la falta de historias que le muestren su identidad genealógica y el inquietante viaje de ida y vuelta de la vitrificación.
Y la historia, nuestra historia, continúa.
Patricia Fdez. Lorenzo
(Agosto 2016)
 
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